El secreto de las gasolineras automáticas: Por qué son mucho más económicas

Con los precios del combustible alcanzando cifras récord y manteniéndose por encima del euro por litro durante años, las estaciones de servicio automáticas han emergido como una opción verdaderamente atractiva para millones de automovilistas españoles. Pero, ¿cuál es realmente la fórmula detrás de sus precios tan competitivos?

Un modelo operativo simplificado al máximo

La respuesta principal radica en su estructura operativa extremadamente simplificada. Estas gasolineras han eliminado prácticamente todos los elementos que tradicionalmente encarecen el servicio: no hay empleados atendiendo en pista, tampoco personal en tienda, y han prescindido completamente de servicios complementarios como cafeterías o sistemas de lavado de vehículos.

El proceso es completamente autoservicio: el conductor selecciona el surtidor deseado, realiza el pago mediante una máquina expendedora o aplicación móvil, procede al repostaje y se marcha. Esta metodología les permite evitar gastos significativos en nóminas, formación de personal y mantenimiento de instalaciones adicionales que sí deben asumir las grandes corporaciones como Repsol, Cepsa, BP o Shell.

Adicionalmente, estas estaciones suelen establecerse estratégicamente en polígonos industriales o áreas periféricas donde el coste del terreno resulta considerablemente inferior comparado con ubicaciones céntricas o de alto tránsito vehicular.

Diferencias de precio que marcan la diferencia

En grandes urbes como Madrid, Barcelona o Valencia, la diferencia tarifaria puede exceder los 30 céntimos por litro. Consultando el Geoportal de Precios del Ministerio para la Transición Ecológica, encontramos que Ballenoil comercializa gasolina 95 E5 Premium a 1,289 €/l en la Avenida de Andalucía madrileña, mientras ciertas estaciones convencionales de la capital pueden llegar hasta 1,63 €/l. El gasóleo A en localidades como San Martín de la Vega desciende hasta 1,149 €/l.

En la Ciudad Condal, el gasóleo Premium se encuentra a 1,185 €/l en la calle Córdoba, y en Valencia la gasolina 95 se posiciona en 1,305 €/l. El fundamento de esta estrategia reside en los márgenes de beneficio: estas gasolineras trabajan con ganancias por litro más ajustadas, pero logran compensar mediante un volumen de ventas significativamente superior.

Su estrategia comercial no busca atraer clientes mediante servicios complementarios, sino exclusivamente a través del precio. Esta táctica ha demostrado su efectividad, ya que numerosos conductores han modificado sus patrones de repostaje priorizando el ahorro económico al llenar sus depósitos.

La calidad del combustible: mitos y realidades

Una interrogante frecuente entre los usuarios es si este combustible resulta „inferior“ comparado con el distribuido en estaciones premium. La respuesta es categóricamente negativa. Todo el combustible circulante en territorio español procede de las mismas refinerías y se distribuye mediante una red logística unificada, gestionada principalmente por Exolum (anteriormente CLH). Esto garantiza que todos los carburantes cumplan rigurosamente con los estándares de calidad y normativas tanto nacionales como europeas.

La distinción fundamental se encuentra en los aditivos incorporados. Las grandes marcas incluyen compuestos desarrollados específicamente en laboratorio para optimizar la limpieza del motor, minimizar emisiones o prolongar la vida útil de los inyectores. Las estaciones económicas, por el contrario, suministran el combustible „básico“, sin aditivos adicionales más allá de los mínimos reglamentarios obligatorios.

Este modelo empresarial ha experimentado un crecimiento notable impulsado por la sensibilidad al precio y un consumidor cada vez más informado, coincidiendo además con un período donde el repostaje representa un gasto cada vez más significativo en la economía doméstica. Esta situación se ha intensificado tras la eliminación progresiva de ayudas como el descuento de 20 céntimos por litro, suprimido en 2023, y la todavía gradual adopción del vehículo eléctrico, que continúa condicionada por limitaciones en la infraestructura de carga, el precio de los modelos y el coste energético.